SOLSTICIO DEL DOLOR.
Mi universo es palpable
e intangible a la vez,
todo se debe a las quimeras,
quienes en invierno emigran
hacia el centro de mi tórax.
Las noches que salvaguardan mi alma,
son paralelas al equinoccio
de mi amargo llanto,
cual fluyese hasta impactarse
con mis almohadas.
En diciembre la migración
de la memoria,
invade los recintos
de la gran explosión,
que produjo caos,
orden y una vez más, caos,
a capricho eterno
de una deidad amorfa.
Los espectros nocturnos bocetados,
sobre los muros de mi habitación;
tienden a enmarcar esta amargura,
mientras las ventanas
asemejan puertas falsas.
La cosmogonía imperfecta,
que ha causado mi latir,
me ha espiado
durante los días nublados;
intenta tímidamente volverse palpable,
para que ya no se alojen viajeros
en mi pecho.
Los pórticos irreales
desnudan el exterior,
allá afuera mi espíritu es abatido
por la lluvia;
y yo aquí adentro,
no puedo hacer nada,
sólo aguardo
el solsticio del dolor tangible.
Jesús Brilanti.
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