Viaje Musical. María G. Barrón A.

Opeth: La cuidad de la Luna.

“Entra hacia el interior de esta noche
.aquí vamos a estar ausentes
tan lejos de nuestras débiles y quebradizas vidas”.
Benighted, Still Life, Opeth.

Fundada en 1990 la banda sueca Opeth ha pasado por muchos cambios, tanto en integrantes como en estilo, siempre en constante alteración. El nombre Opeth proviene de la novela de Wilbur Smith “Sunbird” donde aparece el nombre de Opeth que en ese libro es la ciudad de la luna.

Surge con el vocalista David Isberg, que posteriormente invitaría a Mikael Akerfeldt en este proyecto.
Sin embargo Isberg decide dejar su propio grupo por diferencias de estilo con Akerfeldt. Quedando este último como líder y vocalista, reúne a un grupo de músicos con los que le da forma a su renovado estilo. Han sido muchos los que han aportado algo a Opeth pues ha estado en constante ir y venir de integrantes, la última alineación de la banda cuenta con Mikael Akerfeldt en voz y guitarra, Martín Méndez en el bajo, Per Wiberg en los teclados, Martín Axenrot en la batería y Frederik Akesson en la guitarra.

Opeth muestra la habilidad y el dominio en los teclados, la rapidez que le otorga la batería, un buen bajo y los solos de guitarra siempre imprescindibles.
A veces con tintes de death metal y siempre influenciado por el rock progresivo; con canciones por lo general de más de 6 minutos de duración, juega con los sonidos y la percepción haciendo de cada una de sus obras un excelente deleite para la conciencia de su incauto escucha.
Su estilo de composición ha evolucionando desde “Orchid”, donde devela el poder de los solos de guitarra y la voz de Akerfeldt, hasta su último álbum “Watershed”, en donde retoma las guitarras acústicas y hace excelentes combinaciones alternando unos sonidos suaves y otros estruendosos, unas voces con otras.

Canciones como Forest October, Face of Melinda, In my time of need, Bleak, The night and the silent water y Burden muestran su versatilidad en los cambios musicales; con temas reflexivos en donde la vida, la muerte, el amor son más que palabras; imprimen una imagen en la mente situándose siempre en otoños e inviernos de soledad.

Opeth se ha convertido a lo largo de su carrera en una de las mejores bandas suecas considerada de death metal.
Y es precisamente en este 2010 que cumplen 20 años de existencia con nueve discos de estudio y dos DVD en vivo. En su pasada presentación el año pasado en México lograron un lleno total, teniendo que abrir una fecha más debido a la gran audiencia que se había quedado sin poder asistir al concierto.

La voz de Akerfeldt le da magia a esas notas que toman por sorpresa las tardes lluviosas y los días de soledad. Mikael Akerfeldt es poseedor de dos tipos de voz impresionantes: sus tonos melódicos y su prodigiosa voz gutural, ya que suele mezclar ambas voces en canciones como: The night and the silent water, Under the weeping moon, Bleak, o Hesssian Peel.
Porque lo genial de las voces guturales del vocalista Michael Akerfeldt y sus excelentes cambios con su melodiosa voz hacen estremecer hasta lo más profundo del ser, esas guitarras nos recuerdan el poder del metal y también la serenidad de acústicos acordes, para un buen rato de dulce y dolorosa soledad.

Opeth no sólo hace que muevas la cabeza incesantemente, cada canción trae consigo algo; pasas de un sentimiento a otro en momentos inesperados y, conforme avanza. Se queda más y más grabada una impresión en los oídos y en la mente.

Tantas historias de impacientes deseos, de momentos oscuros, de vacío; tantas imágenes y recuerdos que se recrean como por si solas al escuchar su música. Opeth es toda una experiencia: es como viajar a la ciudad de la luna una tarde de otoño en donde los bosques de octubre traen consigo el color y el aroma de las orquídeas, dejándote con la sensación de querer seguir vivo, para padecer las lamentaciones de un amor y del falso olvido, y justo cuando crees haber llegado al final de este viaje recuerdas las noches y la calma de un silencioso río, donde siempre te espera el mismo camino que seguir y una herida abierta mientras el tiempo se va y lo único que queda es una foto en la pared que te recuerda que el verano se ha ido: cuando el viaje acaba, esperas dormirte, pensando que soñaras con ese lugar: la ciudad de la luna.

María G. Barrón A.