La nausea embriagante
“Si el aburrimiento matase, en el mundo sólo habría tumbas”
(José Agustín, La tumba, 1964)
¿Qué pasa? No ocurre nada. El mundo se colapsa y parece que da lo mismo que los libros se sigan escribiendo, que las personas se den a la vida o a la muerte.
“La tumba” del escritor mexicano José Agustín está considerada como la primera novela de la literatura de la onda. En ella se expresa un leguaje desinhibido y una cantidad impresionante de referentes literarios y musicales, así como a la cultura de los 60s. La perspectiva del narrador y protagonista Gabriel Guía se incrusta en la mente de los lectores a cada palabra que, nos muestra su desencanto, la ironía raspa y deja heridas.
No es sólo una novela de sexo, drogas y rock and roll. Situado en la aparente realidad, Gabriel Guía se encuentra ante el temible mundo donde no hay nada claro, no hay lugar a donde ir o donde esconderse.
Gabriel es un “literato” de 16 años cuya vida, contingente como la de todos, transcurre entre la escuela, la casa, un café “seudobeatnik”, el Circulo Literario Moderno, las borracheras y las mujeres. Un joven que escribe excelente narrativa y poesía: un culto y cínico escritor.
Pero el aburrimiento es una masa gigantesca que colapsa cada vez más rápido su existencia, porque al final “todo es vulgar”. Una vez más aparece ese clic… clic…clic…que Gabriel escucha en su cabeza por lo que ensordecido por el estruendo que perfora sus sentidos, decide darse fin. Antes necesita dejar su carta suicida elegantemente llamada epitafio ¿Por qué? No puede más con el tedio, no puede ni quiere que todo cambie. Resulta inútil todo esfuerzo, la tumba que él mismo ha cavado es demasiado cómoda.
El mismo deseo imposible por el que quizá me atrajo esta novela: el como dejar a lado el aburrimiento, es el mismo que Gabriel no encuentra. Al final siempre quedan esos puntos suspensivos, no porque exista algo extraordinario, mágico ni sorprendente después de ellos. En este viaje sórdido donde se juega todas las cartas, Gabriel termina vencido después de un agónico sueño que al despertar, se convierte todo en un mareo. Es el tedio versus la muerte ¿Quién ganará?
Sus aventuras son pistas falsas en su “mágico místico tour” cuya parada final parece estar demasiado lejos. El joven poeta escribe “no soy nada y soy eterno” para después serenísimo llegar a una conclusión y decir “sí, me mato”.
Gabriel Guía parece un snob, desprecia el ambiente literario aunque pertenece a él. Con su whisky y cigarro en mano, sus citas en inglés, francés y alemán, escritores como Rimbaud, Nabokob, Gide, Perse, Verlaine, Beckett, Kerouac y Lagerkvist; la música de Wagner, Strauss, Ravel, Sedaka, Elvis Presley, Jazz y Rock and Roll; amigos como Jacques que cree filosofar o como Dora que parece que ha madurado pero se ve atrapada en el pensamiento socialista o su alma gemela Elsa, igual de cínica que él. Pero Gabriel es la caricatura del snob, él sabe más de lo que dice y no entiende tanto como todos creen. Su faceta de amante y de intelectual son posiciones que lo ocultan pero en medio de tanto caos Gabriel no entiende porque las lágrimas corren por su rostro y el mareo persiste.
Su reacción por saberse perdido en ningún lugar de ninguna parte da un giro de la indiferencia a la desesperación total.
Gabriel no quiere más que lo que tiene, una vida cómoda. “Triste y solitario, pero cómodo”. Ante la contingencia viene la desesperación: no habrá más clic-clic en su cabeza, se dará un tiró en la sien, pero… me pregunto ¿Alguno de ustedes ha escuchado ese clic-clic en su cabeza?
María G. Barrón A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario