Junio 2011, 3er aniversario

Cuando uno crece comienza a preguntarse qué es lo que está haciendo, si lo que hace está bien o está mal, a dónde nos llevan esas decisiones y sobre todo, si estamos a gusto con ellas.

La motivación llega con los resultados. El Muro cumple este mes de Junio de 2011 su tercer aniversario, y nos sentimos sumamente contentas de poder decir que, cada edición es un espejo de nuestros deseos y de nuestros corazones. Cada hoja es fiel a nosotras mismas.

A lo largo de estos tres años hemos enfrentado retos de verdad importantes, también disfrutamos de nuestros triunfos, pero, lo más delicioso es poder conocer y compartir este espacio con gente tan apasionada como nosotras.

Nuestros lectores y colaboradores alimentan a esta publicación y a sus humildes soñadoras que siempre buscan hacer lo mejor para ustedes.

En esta ocasión, no solamente presentamos nuestra fabulosa portada de “gala”, elaborada artesanalmente por las soñadoras y nuestros diseñadores, también nos permitimos presentar, en esta primer hoja, una verdad muy especial… la verdad de ser escritores y seres humanos… en boca de uno de nuestros colaboradores:

Reflexión Primera:
No sé si mis versos formen un poema, y si realmente mis poemas tengan poesía. Yo le escribo al amor en cualquiera de las formas concebidas por el Hombre. Le escribo a la mujer en su grandeza cósmica, madre de todo ser pensante sobre La Tierra.

Escribo para mitigar la cruda antipatía a la vida, y recuperar la luz del sol en mis ojos. Escribo porque para mí, no hay mejor manera de aprender a llorar de alegría.


- Daniel Cadena B.

Soñadoras, colaboradores, lectores… amigos… Muchas gracias por todo el apoyo, desde el fondo de nuestros corazones.

Bienvenidos a El Muro, con tres añitos!!

Sinceramente:
Ivonne Mancera
Directora Editorial

domingo, 15 de mayo de 2011

La Utopía del Silencio. Mayo. Por: Gabrielle Vallejo M.

Perdí a un amigo…
y llegué tarde a trabajar


ERA UN PERRO PEQUEÑO de color gris, lanudo, entre chino y crespo, quizás cinco meses, dulce, fiel y diligente, como si tuviera una misión conmigo.
Crucé la gran avenida, él estaba parado en la esquina como esperando; pasé a su lado, lo miré de reojo y le sonreí, caminé rápidamente porque ya era tarde para el trabajo; al entrar al parque escuché un sonido a mi lado, aparte de mis botas contra el pavimento.
Un pequeño golpeteo de uñas en el piso me hizo voltear. Era el pequeño perro que me seguía muy de cerca.


Me detuve, se quedó quieto, lo miré y me miró, comencé la marcha y él se puso a mi lado. Continué caminando, yo lo miraba de reojo, me hacia feliz saberme acompañado, como si encontrara un gran tesoro, un apoyo para levantarme cada mañana.


Fantasee un poco, imaginé que podía ser quien lo domesticara, que a partir de ahora no sería otro perro vagabundo, sería mi perro greñudo.
Me imaginé dándole comida, paseándolo, poniéndole un nombre y caminando juntos, como ahora, pero en otros lugares.


Miré el reloj, era ya casi la hora de entrar, sólo faltaban diez minutos, o quizás un poco más.

Miré la calle, no venían autos, cruce rápidamente.
El perro lanudo, en su entusiasmo matutino, me había abandonado y caminó un gran tramo por delante, crucé la calle y seguí caminando; casi ya por doblar la esquina el perro volteó, se dio cuenta de mi ausencia.


Lo miré, en un arranque furtivo cruzó corriendo la calle de dos vías, de pronto, al llegar casi a donde me encontraba, un auto apareció y lo arrolló, el ruido del golpe de su cuerpo con el metal fue horrible; el sonido seco, y un chillido agudo después.


Salió de entre las llantas, corrió al otro extremo de la calle y otro coche lo arrollo, me quedé parado, impávido, con las piernas temblando y un frío aire en el cuerpo.


El perro pequeño y lanudo había muerto… los minutos que me quedaban se consumieron mientras yo miraba a aquella criatura sin poder moverme…


Perdí a un amigo… y llegué tarde… a trabajar…


Gabrielle Vallejo Montaño.

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