Junio 2011, 3er aniversario

Cuando uno crece comienza a preguntarse qué es lo que está haciendo, si lo que hace está bien o está mal, a dónde nos llevan esas decisiones y sobre todo, si estamos a gusto con ellas.

La motivación llega con los resultados. El Muro cumple este mes de Junio de 2011 su tercer aniversario, y nos sentimos sumamente contentas de poder decir que, cada edición es un espejo de nuestros deseos y de nuestros corazones. Cada hoja es fiel a nosotras mismas.

A lo largo de estos tres años hemos enfrentado retos de verdad importantes, también disfrutamos de nuestros triunfos, pero, lo más delicioso es poder conocer y compartir este espacio con gente tan apasionada como nosotras.

Nuestros lectores y colaboradores alimentan a esta publicación y a sus humildes soñadoras que siempre buscan hacer lo mejor para ustedes.

En esta ocasión, no solamente presentamos nuestra fabulosa portada de “gala”, elaborada artesanalmente por las soñadoras y nuestros diseñadores, también nos permitimos presentar, en esta primer hoja, una verdad muy especial… la verdad de ser escritores y seres humanos… en boca de uno de nuestros colaboradores:

Reflexión Primera:
No sé si mis versos formen un poema, y si realmente mis poemas tengan poesía. Yo le escribo al amor en cualquiera de las formas concebidas por el Hombre. Le escribo a la mujer en su grandeza cósmica, madre de todo ser pensante sobre La Tierra.

Escribo para mitigar la cruda antipatía a la vida, y recuperar la luz del sol en mis ojos. Escribo porque para mí, no hay mejor manera de aprender a llorar de alegría.


- Daniel Cadena B.

Soñadoras, colaboradores, lectores… amigos… Muchas gracias por todo el apoyo, desde el fondo de nuestros corazones.

Bienvenidos a El Muro, con tres añitos!!

Sinceramente:
Ivonne Mancera
Directora Editorial

domingo, 15 de mayo de 2011

Rita Guerrero en Viaje Musical. Mayo. Por: Joel Eduardo Rico Vallejo





Santa Rita… que el rock te necesita
“Es muy grueso que te amen demasiado”



Era un miércoles de octubre, lo recuerdo, estaba en mi tercer cerveza, de repente en la televisión de la cantina donde nos encontrábamos, me enteraba de que una de las rockeras más representativas de México, le habían diagnosticado cáncer de mama. Sentí una punzada en el pecho.



Era un viernes de marzo, lo recuerdo, estaba en mi tercer cerveza, de repente en el twitter de una amiga con la que nos encontrábamos, me enteraba de que Rita Guerrero, había fallecido. Esa punzada se convirtió como en una bala de cañón, en mis ojos hubo algo que las personas presentes notaron, me preguntaron: ¿Te “agüitaste”? Mi respuesta fue: Sí.


Rita Guerrero, nacida en Guadalajara, Jalisco; desde niña fue conquistada por las artes; su padre, trompetista, fue quien forjo en ella sus bases musicales. Aunque éste falleció cuando ella tenía nueve años, ya había dejado algo marcado en quien después, sería una de las mejores voces que el rock en español ha conocido.


Su formación musical la inició en el taller infantil de Bellas Artes de la Universidad de Guadalajara, fue ahí, donde entró formalmente a estudiar piano. Pasando por su etapa de “rebeldía”, como ella misma lo reconoce, deja la escuela y tiempo después, con veinte años de edad, decide mudarse a la Ciudad de México.

Ya estando en la capital, ingresa al Centro Universitario de Teatro de la UNAM, donde estudió actuación; ya con una rebeldía más asentada, es parte de los movimientos estudiantiles de finales de los años ochenta. Fue en estas huelgas donde conoce a su primer agrupación musical: Los Psicotrópicos, grupo experimental de jazz que también se dedicaba a ofrecer conciertos de apoyo a los huelguistas universitarios.


Su carrera como actriz la lleva incluso a participar en una telenovela producida por Televisa donde realizaba un papel secundario, pero con la idea de que las telenovelas “encasillan a los actores”, decide trabajar de manera independiente como actriz y asistente de dirección en obras de teatro. En 1990 participa en el filme izquierdista dirigido por Alberto Cortés, llamado “Ciudad de Ciegos”, donde, ya siendo parte de Santa Sabina, se junta con Saúl Hernández y Sax de La Maldita Vecindad y musicalizan la película, creando una de las más grandes obras de arte del rock en México.


Luego de su paso por Los Psicotrópicos, agrupación conformada por Poncho Figueroa, Pablo Valero y Jacobo Leiberman, quien después dejara la banda y por este hecho deciden dar por terminado el proyecto. Fueron estos mismos músicos, y con la integración de Patricio Iglesias, quienes forman Santa Sabina, y aunque hubo un cambio constante de integrantes, al final se unen Alejandro Otaola y Julio Díaz, y fue hasta entonces que el sonido del grupo fue evolucionado y forjándose hasta llegar a lo que hoy conocemos de Santa Sabina.


Se puede decir que Santa Sabina fue el precursor de lo que es en verdad una banda independiente, pues se llegaron a comparar con grandes bandas de esa época, sin necesidad de una disquera o apoyo de las radio difusoras. A palabras de historiadores del Rock en español, Santa Sabina es “Una historia a parte”.


Después de quince años de carrera musical, en el año 2004 deciden separarse luego de un magno concierto en el Zócalo de la Ciudad de México. Para el 2008 se reúnen para el Festival Vive Latino, sin embargo, ese gusto duró poco y cada uno de los integrantes trabajó en proyectos personales.


Rita ingresa como directora del Coro del Claustro de sor Juana y fue estando aquí, donde el 20 de octubre de 2010, el mundo se enteró de la enfermedad de la cantante, un cáncer de mama conmocionó la escena musical en México, aunque desde enero de ese mismo año ella ya sabía de su padecimiento. Pasando por interminables y dolorosas quimioterapias, rigurosos y cansados trámites, y luego de no obtener resultados favorables, Rita Guerrero se decide por la homeopatía, hasta que, el 11 de marzo de 2011, se anuncia la muerte de esta guerrera.


Antes de su muerte y como muestra de solidaridad, se realizaron varias campañas de apoyo a la cantante, conciertos de beneficencia, donde los verdaderos rockeros mexicanos reconocieron la trayectoria de Rita y colaboraron en su apoyo, e incluso se abrió una cuenta bancaria para que la sociedad mexicana pudiera apoyarla en su lucha, sin embargo, simplemente esa batalla la perdió.
Rita falleció a los 46 años de edad siendo aún directora del Coro de Claustro de sor Juana, quienes en homenaje a ella, cambiaron su nombre a “Coro Virreinal Rita Guerrero”, y fue en este recinto donde fueron velados rus restos y donde cientos de seguidores abarrotaron las calles, esperando poder despedirse de Rita.


Me permito confesar que conocí a Rita, y en general a Santa Sabina, casualmente, aunque mi amor, como amante de la música (melómano me dicen algunas personas), fue inmediato, pasional y hasta corrosivo, a tal grado que nunca pensé lo fuerte que sería para mí el enterarme de su muerte, pues, siendo objetivos, es una persona con la cual nunca crucé palabra alguna, pero que seguro que, como a mí me pasó, ella cruzó palabras con todos nosotros. De King Crimson a Talking heads… de estos, a Adrian Below (Productor de “Símbolos”), de él a Santa Sabina, de “Santa” a Rita Guerrero.


Y en el colapso que me causa escribir esto, destapo mi tercer cerveza y doy el punto final.


Joel Eduardo Rico Vallejo



http://es.wikipedia.org/wiki/Santa_Sabina_(banda)
http://es.wikipedia.org/wiki/Rita_Guerrero
http://www.unafuente.com/12-03-2011/rita-guerrero-es-velada-en-el-claustro-de-sor-juana/
http://www.eluniversal.com.mx/notas/717761.html
http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=538937
http://www.oem.com.mx/esto/notas/n1823729.htm

La Utopía del Silencio. Mayo. Por: Gabrielle Vallejo M.

Historia

Triste destino de la mujer sobre el camino, muriendo en el recuerdo y soñando con el lejano ayer.
Triste destino de la casa vieja y muy abandonada a la tristeza, a la falta de su dueño, un hombre que partió.

Triste destino de la mesa de té, con sus tazas de porcelana, y un café que el hombre pidió pero después olvidó.

Triste destino de la alegría que mató el adiós, con los cantos de los pajarillos, y su belleza en flor, que se marchitó al desaparecer el ruiseñor.

Triste destino de los árboles de cerezo, y de su belleza en flor, que se marchita al partir la primavera y el dulce sol.

Triste destino de la mujer que espera, de sus vestimentas elegantes, de sus manos suaves, de su ilusión, del recuerdo del amor que no volvió.

Triste destino del viajero que nunca regresó, del gitano que se marchó, del camino que lo perdió, del sufrimiento que lo alejó.

Triste destino del amor de ojos tiernos que nació, de las risas desde su corazón, y del sufrimiento que padeció, y que en un recuerdo lo convirtió.


Gabrielle Vallejo Montaño.

La Utopía del Silencio. Mayo. Por: Gabrielle Vallejo M.

Perdí a un amigo…
y llegué tarde a trabajar


ERA UN PERRO PEQUEÑO de color gris, lanudo, entre chino y crespo, quizás cinco meses, dulce, fiel y diligente, como si tuviera una misión conmigo.
Crucé la gran avenida, él estaba parado en la esquina como esperando; pasé a su lado, lo miré de reojo y le sonreí, caminé rápidamente porque ya era tarde para el trabajo; al entrar al parque escuché un sonido a mi lado, aparte de mis botas contra el pavimento.
Un pequeño golpeteo de uñas en el piso me hizo voltear. Era el pequeño perro que me seguía muy de cerca.


Me detuve, se quedó quieto, lo miré y me miró, comencé la marcha y él se puso a mi lado. Continué caminando, yo lo miraba de reojo, me hacia feliz saberme acompañado, como si encontrara un gran tesoro, un apoyo para levantarme cada mañana.


Fantasee un poco, imaginé que podía ser quien lo domesticara, que a partir de ahora no sería otro perro vagabundo, sería mi perro greñudo.
Me imaginé dándole comida, paseándolo, poniéndole un nombre y caminando juntos, como ahora, pero en otros lugares.


Miré el reloj, era ya casi la hora de entrar, sólo faltaban diez minutos, o quizás un poco más.

Miré la calle, no venían autos, cruce rápidamente.
El perro lanudo, en su entusiasmo matutino, me había abandonado y caminó un gran tramo por delante, crucé la calle y seguí caminando; casi ya por doblar la esquina el perro volteó, se dio cuenta de mi ausencia.


Lo miré, en un arranque furtivo cruzó corriendo la calle de dos vías, de pronto, al llegar casi a donde me encontraba, un auto apareció y lo arrolló, el ruido del golpe de su cuerpo con el metal fue horrible; el sonido seco, y un chillido agudo después.


Salió de entre las llantas, corrió al otro extremo de la calle y otro coche lo arrollo, me quedé parado, impávido, con las piernas temblando y un frío aire en el cuerpo.


El perro pequeño y lanudo había muerto… los minutos que me quedaban se consumieron mientras yo miraba a aquella criatura sin poder moverme…


Perdí a un amigo… y llegué tarde… a trabajar…


Gabrielle Vallejo Montaño.

María Felíx en El Resplandor. Mayo. Por: Ivonne Mancera



María Félix
“Doña, pase usted”





“…he estado muy ocupada viviendo mi vida
y no he tenido tiempo de contarla "
- María Félix
(Para no contestar la pregunta espinosa de su edad)







Y que las mujeres somos fieras, que las mujeres somos vanidosas, altaneras, presumidas, rencorosas, celosas… cierto. Pero también somos cariñosas, trabajadoras, apasionadas, dulces, tiernas, entregadas.




“El peñón de las animas” fue el primer filme donde la preciosa e imponente María Félix se presentó ante el público, que terminó amándola y respetándola.
Sin embargo, fue en Álamos, Sonora, donde el 8 de Abril vio su primer cielo, hija de Bernardo Félix y Josefina Güereña.




Siendo una niña, se enseño a montar y a trabajar en el rancho de sus abuelos, haciendo tareas que se destinaban solamente a los hombres de la familia, dejando de lado los juegos para “mujeres” que le fascinaban a sus hermanas.




María comenzó a preferir a su hermano Pablo, de entre los once hermanos que tuvo. Pablo la ayudaba y enseñaba a realizar las tareas de campo, por lo que se convirtió en una figura respetable y querida para ella. Su madre notó esta relación y pidió a su padre, Bernardo, que mandaran a Pablo al colegio militar. María quedó destrozada por esta separación.




La soledad y el vacío que dejó su hermano Pablo se convirtió en un terrible y agudo dolor, cuando María se enteró de su muerte dentro del colegio, una perdida que la dejó marcada para siempre.
Conforme Félix fue creciendo, se convirtió en una mujer más y más bella, atractiva y que no pasaba desapercibida por su carácter fuerte y su personalidad brillante, muy distinta a las mujeres de ese tiempo.




Ya en la Universidad, fue propuesta por sus compañeros para ser reina de la institución. Con la victoria llegó el desfile en la carroza por las calles de la ciudad de Guadalajara, donde ahora vivía con su familia, convirtiéndose en un sueño hecho realidad para “La Félix”.




Para huir de las garras de la paternidad dictatorial de Bernardo Félix, María contrajo nupcias con Enrique Álvarez, terminando en un divorcio que dejó a La Doña con su primer y único hijo: Enrique Álvarez Félix.




A principios de los años cuarenta, y viviendo ya en la Ciudad de México, María Félix conoció a Fernando Palacios, quien le pidió hacer una prueba para una película. María probó casi como juego, pensando que lo único que Palacios quería era jugar con ella. Pero no, María comenzó a trabajar en cine y se convirtió en uno de los íconos más importantes de nuestra historia cinematográfica.





“La Doña”, llegó a filmar cuarenta y siete películas, donde compartió crédito y protagónicos con actores y actrices de la talla de Pedro Armendáriz, Arturo de Córdova, Jorge Negrete, Ignacio López Tarso y Emilio Fernández.




María era una mujer impresionante, que les robaba suspiros a todos los hombres, era la envidia de muchas mujeres, por su belleza, pero, también por su inteligencia y elegancia, tanto a la hora de actuar como cuando daba sus interesantísimas entrevistas, o cuando se presentaba a cualquier lugar.




Su voz profunda, y las palabras que se iban tejiendo alrededor de quien la escuchaba, embrujaban y maravillaban; tanto sus ideas revolucionarias, complejas e impactantes, como sus caprichos, berrinches y desplantes formaban parte del mito, del encanto de ser la gran María Félix.




Félix se casó en cuatro ocasiones, con personajes del espectáculo mexicano: el compositor Agustín Lara, el actor Jorge Negrete y Alex Berger, un banquero italiano con quien compartió su vida por dieciocho años. Después de la muerte de Berger, que deja entristecida a María, conoce a un pintor ruso con el cual nunca contrae nupcias pero con quien comparte la vida hasta la hora de partida, Antoine Tzapoff.




Durante su vida, recibió muchos homenajes y premios a su trayectoria, convirtiéndose en una de las actrices más reconocidas en el mundo, y en una Diva del cine nacional.



Sus personajes, dentro de las películas que protagonizo, marcaron un cambio dentro del estereotipo de mujer mexicana. Dio una voz poderosa y decidida en sus decisiones, personalidad que también se vio reflejada en la realidad. Concedió entrevista a Verónica Castro y Ricardo Rocha, que obtuvieron los ratings más altos, cuya duración fue de varios días e incluso, de una semana.




“La Doña” no se definía como feminista, pero logró ser un emblema para las mujeres que comenzaban a defender sus derechos, no atacando a los hombres sino mostrándoles que podían ser igual que ellos y crear una alianza que beneficiara a ambos.




La gran Diva de México partió el 8 de abril del 2002 en la Ciudad de México. Su ataúd fue expuesto en Bellas Artes durante 22 horas, después se le rindió un tributo en el Teatro Jorge Negrete, desde donde partió al Panteón Francés acompañada de los cantos de los acompañantes de La Doña con su canción favorita: “María bonita”, donde fueron depositados sus restos.







María Félix, mejor conocida como “La Doña”, se convirtió en un icono de la moda, un símbolo para la mujer mexicana y un personaje controversial y deslumbrante dentro de la historia del cine mexicano.




Doña, pase usted.

- Ivonne Mancera





http://www.laprensa-sandiego.org/archieve/april12-02/maria.htm
http://www.mariafelix.com.mx/
http://www.mariafelix.com.mx/vida.html

Letra Escarlata. Mayo. Por: María G. Barrón A.

El mar y el desierto

Entonces el tiempo se convirtió en arena de mi propio mar, la espiral interminable donde las ideas inconsecuentes, vanas, verdaderas y temiblemente bellas se confunden.

Y con los párpados cerrados, más no nublados, pretendiendo caminar a ciegas en un mundo de iluminados; desconfiando de todos, le digo adiós al olvido.

Con el mañana en la orilla del abismo y el hoy en el pasado, en el exilio, la irremediable angustia no me abandona.

Arrancándome los espacios vacíos, intercambiándolos por juramentos lejanos, ajenos, ese mar se convirtió en desierto.


María G. Barrón A.


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Reencuentro

Camino para arribar a otro lado,
un lugar real o imaginario,
sin cuestionar por qué,
llego y sin entenderlo me marcho.

Tan sólo estoy en este mundo de paso,
mundo fatigado,
asfixiado en su perfume agrio.

Me entretengo con un rompecabezas,
uniendo las piezas
en una interminable sucesión.
Alguna vez creí,
“Que lo bello era lo bueno,
y lo bueno verdadero”;
y mandé lo demás a los infiernos.

No. El que así lo crea,
que no me llame a mí poeta,
que sepa que soy otro,
y no éste que escribe.

Ya no estoy cómodamente callado,
he perdido la costumbre,
de quedarme quieto;
soy como los perros,
“los perros románticos”.

Desde ese otro lugar,
en el que ahora me encuentro,
dedico un adiós para el final,
y un suspiro al supuesto enamorado.


María G. Barrón A.

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Insistente

No sé si vuelvan los tiempos buenos,
y estos, que no son del todo malos,
puedan irse a jugar el memorama de la vida.

Pero hoy voy a respirar aire de libertad,
para no morir entre mandatos.
Excreciones dictatoriales,
o mediocres actos de vandalismo.

Por las noches, supuestamente,
juro no volver a proclamar,
no ser dueño ni esclavo.

Esta es la plegaría,
de la que se sostienen mis dos manos,
entre las angustias del pasado,
y los augurios del futuro aproximado.

Y yo sobrevivo:
otra vez de rodillas,
otra vez desconsolado.

María G. Barrón A.

Los ladrillos en el muro. Mayo

Dulce compañía.

Escribo frenéticamente,
viendo las horas pasar,
nada ya puedo cambiar,
pero sí empezar.

Una fresca memoria resiste a olvidar,
el retrato aún yace fresco,
de tiempo atrás, aunque parece ayer.

Dulce compañía, incita a la llamada,
un viajero sin rumbo,
la casa, tú casa,
mi casa, el sueño.

No pretendas volver,
si no sabes por qué,
ayer ya no es hoy, mañana tal vez,
sólo…

Regresa ésta vez,
sólo si vas a enloquecer,
enloquecer, con los dos,
y con dos minutos,
para volver a reír.


César Da Mota.

Los ladrillos en el muro. Mayo

ELLA ESTABA ROTA

Ella estaba rota en realidad, y aparentaba que no lo sabía; yo estudiaba en la facultad de filosofía y ella en la de arquitectura. Supe de su estado fragmentario desde el primer día en que la vi andando cabizbaja por uno de los pasillos de la universidad; a partir de tal instante no pude olvidar su rostro cual reflejaba ante mis ojos la ruptura, por que uno suele darse cuenta a quién se la ha caído el alma en la acera y se le ha hecho pedazos, no quedando mas que levantarlos e intentar volver a colocarlos lo más cerca de donde late la esencia que nos permite dormir y despertar al día siguiente; sin embargo nada suele ser igual.

A la fémina rota le veía muy a menudo, y cuando me percaté de tal constancia era por el hecho de verle a diario en la cafetería, ella ahí, siempre acompañada de una taza de café y un cigarrillo, cual por lo regular era seguido por otros cuatro más. Siempre despertó en mí, bastante curiosidad, pero nunca pude acercarme lo suficiente, nunca pude explicarme porqué, la timidez nunca fue una característica mía, más había algo que parecía una barrera, sentía que algo estaba roto y ello me detenía.

Hay cosas que uno jamás terminará de comprender, y una de ellas fue el hecho de que no pude contener esa extraña necesidad por verla, aunque fuese a la distancia; las once treinta de la mañana y ella estaba siempre en la misma mesa de la cafetería, dando pausados sorbos a su taza humeante mientras se acorazaba en una nube de cigarrillos, por mi parte no me importaba faltar a mis clases para estar a esa hora, de la misma manera bebiendo café, abrumado por la distancia, aturdido por las pláticas banales de decenas de personajes que atiborraban aquel espacio de la universidad.

A pesar del alboroto constante de las mesas, las sillas, los platos, los ceniceros y demás, parecía en cierto momento, que la vaciedad nos conectaba a ella y a mí. Ella se percataba de mi presencia, al parecer no le incomodaba, tal vez me veía como a uno de tantos que estaba ahí, sólo para escapar de las aulas. Con el pasar de los días no tuve más que admitir que era ella demasiado atrayente para mí, a pesar de su tristeza, a pesar de su soledad, a pesar de la ruptura que yo podía admirar en su persona; era la mujer que yo había perseguido en mis sueños, era a quien le había dedicado mis escritos antes de conocerla de manera tangible. Por casualidad supe su nombre, Luisa, y el mismo tuvo eco en mi cabeza durante bastante tiempo.

Las cosas, sentí, se me estaban saliendo de control, no podía seguir atormentándome sin siquiera estar seguro si para ella yo existía, de tal manera un día planeé esperarla al final de sus clases, la esperé en la calle, me sudaban las manos, fumaba un cigarro e intentaba calmar mi ansiedad dando ligeros golpes con mi zapato izquierdo al suelo. Ella por fin salió, pero justo había dado unos cuantos pasos cuando un tipo muy blanco, alto y bien parecido la interceptó, Luisa lo abrazó pero él la apartó de sí bruscamente, le dio un tirón del brazo, comenzaron a andar mientras el sujeto le gritaba, ella sólo asentía con la cabeza, creí a lo lejos verle llorar. Esta vez no tomé el metro para regresar a casa, caminé perdiéndome en la enormidad y soledad de la gran urbe repleta de almas que iban y venían.


No importándome lo ocurrido, al día siguiente estuve a la misma hora en la cafetería, pero la mujer rota nunca llegó. Esa tarde llegué a casa y comencé a sentir que algo se rompía también dentro de mi ser. Un día más, no perdí la fe, mismo lugar, mismo café y mismo cenicero sucio frente a mí; un poco tarde pero entró al fin Luisa a la cafetería, esta vez no se sentó en la misma mesa, buscó otra dándome la espalda, intuí que algo no estaba nada bien; guardé luto por espacio de veinte minutos, me incorporé de mi asiento y con todo ánimo me dirigí hasta su lugar para pedirle un cigarrillo, a lo que ella respondió a penas audible: -¡no tengo!-, dichas palabras no me dolieron, lo que me dañó fue ver su rostro golpeado que fungía enmarcando a resonancia extrema un ojo totalmente morado; se agachó, comprendí que era ilógico y estúpido preguntar si estaba bien. Salí a paso lento del lugar aquel que a pesar de su algarabía se me antojaba salvajemente silente.


Aquel día volví a regresar andando a casa, el caminar se había vuelto una terapia para mí, mientras caminaba podía conversar conmigo mismo y pensé en tales circunstancias, por qué Luisa estaba rota, si acaso esa era la razón, maldije al mundo mientras me interrogaba sobre las circunstancias que uno jamás podrá comprender, mientras, nunca escuché unos pasos tras de mí que apresuradamente me hacían compañía, volteé para encontrarme con el rostro gris por dentro y moreteado por fuera de la fémina rota. -¿Porqué me sigues siempre?- Me cuestionó, no supe que decir, seguí caminando, ella a mi lado y junto a nosotros un silencio que traduje como un grito de auxilio por parte de ella. -¿Cómo le permites…?- No pude culminar mi interrogación pues me lo impidió, comenzó a llorar, nos sentamos a las afueras de una muda puerta, los transeúntes simplemente nos vadeaban sin darnos importancia, cada uno de ellos reflejaba tanta indiferencia al seguramente cargar sus propias maletas llenas con sus propios problemas. Luisa no podía parar el llanto, en medio del mismo me dijo que aquello sobre lo que fui testigo aquel día no era nada, me habló sobre José Adrián, su novio o verdugo, no sabía en realidad que era, pero me dijo que lo amaba a pesar de sus gritos, de sus golpes salvajes que comenzaban en su rostro, después en el estómago para doblarla, sofocarla y una vez en el suelo propinarle una tanda de patadas; obviamente no se limitaba a los golpes físicos pues también tenía que soportar los que le propinaba en el alma: sus infidelidades, humillaciones y reproches.


Cuando creyó ella descargar todo lo que tenía que expeler, limpió sus ojos, se puso de pie, me pido disculpas dando media vuelta; por un par de segundos lo dudé, pero sabía que ya no podía callar, prácticamente salté alcanzando su hombro, ella giró, le dije que yo la amaba, quería ayudarla. Ella contestó que estaba rota, que yo nada podía hacer para unir los pedazos. Se marchó perdiéndose entre la gente, yo permanecí inmóvil hasta que la perdí de vista entre la multitud, el smog y mi rabia.

Esa noche no pude dormir, tenía que hacer algo o terminaría por romperme yo también. Al siguiente día no quise ir a la cafetería, me sentía muy mal, al salir de clases me dirigí firmemente hacia la puerta de salida, salí corriendo, ahí estaba Luisa y José Adrián, a media banqueta discutiendo, pasé por un lado de él, casi rocé su brazo con el mío, me llené de impotencia, apresuré mi paso, alcancé a escuchar como él subía su tono de voz, continué andando, deseaba alejarme lo más rápido de ahí, mi corazón latía tan fuerte que creí me ensordecería, los ojos se me inundaron de lágrimas, contuve el llanto, avancé tan sólo cinco cuadras cuando me sacó del trance el ulular de una ambulancia, cual me encontró en sentido contrario a mi andar, me detuve, pensé en Luisa, intuí que algo le había ocurrido, no vacilé, regresé corriendo lo más rápido que pude, pensaba en ella, sólo en ella, me aproximé a unos metros sobre la entrada de la universidad y pude ver que hasta ahí había parado su curso la ambulancia, había un tumulto, la gente se amotinaba, aun no alcanzaba a ver qué ocurría exactamente, me aproximé aun más, por fin vi un taxi sobre la acera, según la gente, había atropellado a una persona quitándole la vida, me acerqué, como pude me abrí paso entre los curiosos, mientras murmuraba el nombre de Lisa llegué al primer plano, un enorme charco de sangre relucía y marcaba una trayectoria que culminaba en la rejilla de una alcantarilla, el cadáver yacía expuesto boca arriba, y yo no podía dar crédito a lo que veía: era yo, ahí silente, tendido sobre el asfalto sin vida, a final de cuentas estaba roto como algún día lo predije; Luisa estaba junto al taxi y lloraba admirando mis restos, José Adrián dio un fuerte jalón a su cabello, y preguntó: -¿lo conoces?-. Ella simplemente lo negó, y a empujones él la retiro del lugar.


Me subieron a una camilla, yo ya no sentía absolutamente nada, mi sangre continuaba fugándose por la alcantarilla, mi alma le acompañó, sólo comprendí por último que ella, solamente ella, fue quien decidió romperse para el resto de su vida.


Jesús Brilanti T.

Los ladrillos en el muro. Mayo

Todos tenemos un sueño

Siempre existe un sueño que alimenta el afán de conseguirlo. Intentamos una, quizá dos, a veces tres, hasta cuatro veces alcanzar ese sueño.

Pero, un día, los pies nos clavan en la realidad y nos damos cuenta que quizá siempre será un sueño. Y ahí se queda, como algo bonito, inalcanzable y, seguimos adelante.
Damos millones de pasos al frente, deseando no mirar atrás, mientras deseando que no sea necesario, pero las ganas de alcanzar ese sueño se quedan escondidas en algún rincón de nuestra cabeza revuelta.

Inconscientemente, sin que quieras aceptarlo, vives para alcanzar ese sueño. Se va convirtiendo en una persecución, un juego en el que no sabes qué es realidad, pero nada pierdes con soñar.

Pero, ¿qué pasa cuando el sueño te alcanza? Cuando el sueño decide jugar a perseguirte, cuando decide ser él quien te busca. Sólo le bastó una mínima muestra de atención de tu parte, para volver a mirarte. Y esa chispa enciende al sueño, para morderte las ropas y decirte “¡Mírame!, ¡estoy aquí para ti! ¡Hazme realidad!”.

Sin embargo, el sueño está idealizado en tu cabeza, como eso… un sueño. Por más señales de vida que te da, no te convences de que sea algo real. Y se sienta a tu lado, platica contigo. Le dices que pensaste que no voltearía a verte. Estira su brazo, te pide que lo toques para que veas que es real. Que ahora sí es real.

Lo tocas. ¡Vaya! ¡Sí es real! Está ahí para ti, para que lo alcances, lo toques, lo respires, lo sientas, lo veas y lo saborees. En ese momento, no te importa aceptar que jamás murieron las ganas de alcanzar ese sueño pero, aun así, sigues sin creer que esto sea realidad.

Un día, te incorporas después de una larga noche de insomnio, pensando que tu sueño está al alcance de tus manos, apuestas todas las canicas porque ese sueño, por fin, se materializará.

Tristemente, el sueño es juguetón, sin más… se aleja de ti. Después de intentarlo varias veces, de parar esos intentos… te arriesgas a tratar, creyendo que está a milímetros de alcanzarlo. Y el sueño despega, se va, se aleja, te dice que no, que se quedará en sueño y que, sólo mientras duermas, será realidad efímera.

¿Por qué lo haces sueño? Te había aceptado como sueño, luego vienes y me dejas saborear las mieles de una posible realidad y, ahora, simplemente te vas.
Todos tenemos un sueño. Sueño con alcanzar lo que una vez creí soñar que se volvía realidad. Ese es mi sueño.


- JA Spinetti

*Para mi sueño que gusta de un rico gansito y un sabroso café del Oxxo.

Los ladrillos en el muro. Mayo

La espera que se va

Después de prepararte el amor, hicimos el desayuno. El Tulipán casi azul esperó tu mirada para marchitarse, mas el amor que hicimos no pudo esperar hasta octubre. Pero noviembre pasó a diciembre, y enero trajo consigo el febrero; marzo no existió, pero en abril habrá tulipanes esperando tu mirada.

Después de hacer la guerra, preparamos el amor, y mayo y junio vendrán mejor, mas julio siempre será encantador. Y yo robándole un mes a tu calendario, habrá otros once meses para esperarte, para esperar tu mirada y así, poder marchitarme

Joel Eduardo Rico Vallejo


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Abandonada en la oscuridad

Noche profunda…
noche azul que a lo lejos fondea
y tiñe el lejano horizonte…
Mientras yo,
derramo lagrimas de plata,
esperando tu regreso…

Sumergida en sueños eternos,
alojada en noches interminables…
Envuelta en plegarias misericordiosas,
rogando al cielo que vuelvas
a los brazos que jamás debiste abandonar…

- Adi



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Promesa Ju



Empezar a olvidar. Si, lo he pensado mucho estas últimas noches, pero el sólo hecho de imaginarlo me causa demasiado dolor, me invade un pesar que me deja debilitado, aún antes de comenzar a hacer algo.



Sin embargo es algo que tengo, que debo de hacer, por mí, por ti…



¡Olvidarte! Ah… Vaya tormento es eso, sabes por qué, por una simple razón… Te quiero, eres una persona muy importante y especial para mí, lo sabes. Pero temo que tengo que alejarme.



Tú me dijiste: “Ya terminemos con esto, olvida que nos conocimos, es lo mejor para ambos”.
Sabes, jamás imagine que en tu pecho aguardases tanto dolor; lo peor de todo es, que es un dolor causado por mis estupideces, me he cerrado yo mismo las puertas a tu corazón.



Sólo te pido algún día me perdones, créeme, no busqué lastimarte. Prometí protegerte, y aunque me destroce esto, eso me incluye a mí mismo, aunque la vida se me vaya en ello, debo alejarme de vos.

Te lo prometo Ju.

N_e_k_o_y

Leyendo por ahi. Mayo. Por: Gabrielle Vallejo Montaño

“Inquieta compañía”

El otro día me encontraba muy frustrada en mi trabajo, era ya tarde, la hora de la comida había pasado y no podía salir a satisfacer mi hambre; después de terminar mi papeleo y darme cuenta que estaba totalmente sola y sin nada qué hacer, me sentí muy desmotivada.

Empecé a jugar con el menú de mi computadora y con los archivos que ahí guardaban y, de pronto, entre todos esos papelejos burocráticos y legales, estaba ese maravilloso libro que alguien descargo. Ni tarda ni perezosa comencé a leerlo sin muchas expectativas pero, al cabo de tres páginas, estaba encantada con su lenguaje y narración tan vivida, como si a través de mi monitor pudiera ver al personaje.

Y qué mejor mes que Abril para hablar de un libro tan interesante como lo es “Inquieta compañía” del escritor mexicano Carlos Fuentes.

Con el paso de los años y entre más viejo es uno, menos cree, menos sueña, sin embargo, los temores, el miedo a lo desconocido y la frustración se anidan en un lugar oscuro de nuestro corazón, hasta que un día por arte de magia o mera casualidad, brotan de ese rincón abandonado y cambian toda nuestra perspectiva del mundo “real”.

De eso trata este libro, donde Carlos Fuentes nos acerca a los temores de la niñez, como las brujas, los fantasmas, los ángeles y las maldiciones, empatadas con los temores de una mente de adulto como lo es el amor no correspondido, la tortura, la pobreza, la perdida de los seres amados y el miedo a perder la libertad.

En este libro, Fuentes nos narra seis historias inquietantes, que desde el inicio te atrapan por su sencilla pero realista descripción del entorno del personaje y esa peculiar situación en la que el personaje se encuentra inmerso, sin dejar cabos sueltos, te arrastra por un laberinto de fantasías, que de ser bien observadas, comprobarás que no son tan falsas.

El tema central del libro nos lleva por los caminos de una muerte cercana y misteriosa, acompañada por toques singulares de locura, donde terroríficamente aborda el tema épico de asegurarte que lo que deseas es en verdad lo que quieres.

Los cuentos cortos que componen el libro son: «El amante del teatro», «La gata de mi madre», «La buena compañía», «Calixta Brand», «La bella durmiente» y «Vlad», todos exquisitamente narrados en su mayoría en el contexto actual de un mexicano.

Este libro resulta muy rico porque, ¿a quién no le ha llegado un amor inesperado al que uno aferra los últimos suspiros de un día a día triste, sin otra ilusión mas que la de regresar a casa, para encontrarse solo, o quién no ha sentido la fuerza materna ejercida desde la única premura de que lo que la madre desea es lo que se hace, o la del amor tan incondicional que se marchita transformándose en un ajuste de cuentas despiadado.

Unas letras que reflejan miedos muy al estilo latinoamericanos, porque como dice Fuentes (página 268): “el hombre siempre está solo, porque cada uno está auto-creándose mentalmente, y por eso no se dicen nada, no se dirigen la palabra, porque el secreto del mundo es que está inacabado”.

- Quizás como el vampiro, DIOS es un ser nocturno y misterioso que no acaba de manifestarse, o de entenderse a sí mismo y por eso nos necesita. VIVIR PARA QUE DIOS NO MUERA”



Gabrielle Vallejo Montaño

El Lunático, Mayo. Por Ivonne Mancera

“En el mar la vida es más sabrosa”

Caricias de pescado,
un beso por aquí…
un beso por allá.
Te doy un lengüetazo.

Caricias de pescado.
Mis ojitos saltones se cierran con tus canciones;
labios gruesos,
te voy a llenar de besos.

Caricias de pescado,
tu piel morena,
que sabe a arena;
tu silencio amoratado.

Caricias de pescado,
aletitas doradas,
un poquito de sal,
y tu esqueleto para almorzar.

Caricias de pescado,
besa mi vientre,
provoca un colapso…
háblame entre dientes.

Caricias de pescado,
amor al atardecer,
una pecerita,
y mi corazón envuelto en papel.


- Ivonne Mancera



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“Canción para una cuna pobre”

Semillita querida,
te tengo que podar;
todavía hay muchas espinas,
y no hay tierrita pa´ trabajar.

Semillita querida,
te tengo que desenterrar;
porque hay mucho agua, pero,
con tanta,
te me vas a ahogar.

Semillita querida,
no hay sombra para reposar, y,
nosotros te queremos,
pero el sol te quiere requemar.

La tierra te llama,
te quiere arrullar, pero,
no hay con qué acunarte,
y la luz del día se te niega ya.

Perdónanos pequeño,
te tenemos que cortar.

Semillita querida,
te doy un beso de madre, y,
te guardo en mi bolsita junto a mis entrañas,
que se quedan atolondradas.

Semillita,
te hará bien esperar.

- Ivonne Mancera