Junio 2011, 3er aniversario

Cuando uno crece comienza a preguntarse qué es lo que está haciendo, si lo que hace está bien o está mal, a dónde nos llevan esas decisiones y sobre todo, si estamos a gusto con ellas.

La motivación llega con los resultados. El Muro cumple este mes de Junio de 2011 su tercer aniversario, y nos sentimos sumamente contentas de poder decir que, cada edición es un espejo de nuestros deseos y de nuestros corazones. Cada hoja es fiel a nosotras mismas.

A lo largo de estos tres años hemos enfrentado retos de verdad importantes, también disfrutamos de nuestros triunfos, pero, lo más delicioso es poder conocer y compartir este espacio con gente tan apasionada como nosotras.

Nuestros lectores y colaboradores alimentan a esta publicación y a sus humildes soñadoras que siempre buscan hacer lo mejor para ustedes.

En esta ocasión, no solamente presentamos nuestra fabulosa portada de “gala”, elaborada artesanalmente por las soñadoras y nuestros diseñadores, también nos permitimos presentar, en esta primer hoja, una verdad muy especial… la verdad de ser escritores y seres humanos… en boca de uno de nuestros colaboradores:

Reflexión Primera:
No sé si mis versos formen un poema, y si realmente mis poemas tengan poesía. Yo le escribo al amor en cualquiera de las formas concebidas por el Hombre. Le escribo a la mujer en su grandeza cósmica, madre de todo ser pensante sobre La Tierra.

Escribo para mitigar la cruda antipatía a la vida, y recuperar la luz del sol en mis ojos. Escribo porque para mí, no hay mejor manera de aprender a llorar de alegría.


- Daniel Cadena B.

Soñadoras, colaboradores, lectores… amigos… Muchas gracias por todo el apoyo, desde el fondo de nuestros corazones.

Bienvenidos a El Muro, con tres añitos!!

Sinceramente:
Ivonne Mancera
Directora Editorial

viernes, 11 de marzo de 2011

Los ladrillos en el muro, Daniel Cadena B. Marzo 2011

OJOS MIEL

Con tu espalda pegada a mi pecho, y tus pies acariciando mis pies: pienso en lo afortunado que soy por tenerte, por contemplar a diario tus ojos color miel.

Acaricio tu nuca, tu cadera, tu vientre húmedo; respiro tu piel, beso tu cuello, cierro los ojos y pienso en los tuyos.

Tal vez mi obsesión me ha llevado a rechazar a otros colores: el azul me adormece, el verde tonto, negros para canciones, cafés de la más grande simpleza; pero el color miel, adorable sensación de placer, como la miel en el café.

Respiro el cabello y la piel de tu nuca, y me elevo, no es posible retenerme en la cama; me elevo y el techo me retiene, pero el aire que entra por la ventana me jala hacía afuera; mi cuerpo busca cómo escapar, seguir flotando, elevarse hasta reventar y caer en la nada: y pienso en la muerte.

Despierto y ya no quiero soñar en tus ojos, quiero verlos, contemplarlos como tantas veces. Susurro tu nombre, y mi voz retumba en la pequeña habitación; vuelvo a llamarte y abres los labios, hablando inteligiblemente. Volteo tu rostro para besarte y ver esos ojos miel, pero los tienes cerrados. Gritas mi nombre, quieres que te ayude, quieres verme, te sacudes; con tus dedos jalas hacía abajo tus mejillas e intentas levantar, inútilmente, los parpados. Me pides que encienda la luz, busco torpemente el dispositivo; tropiezo con los muebles, tiro el café en mis zapatos, enciendo la luz y enfoco mis ojos simples en tus ojos miel; pero no están, han desaparecido, se los ha tragado un par de parpados, unas largas pestañas y un montón de secas legañas.

Daniel Cadena B.

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