Soñando apocalipsis
Puede que mañana todos muramos, pero ¿Qué tan inverosímil parece que nunca nadie muera? Hay oportunidad para todo, por ejemplo, que no pase nada. No necesito averiguar qué es lo que me va a suceder, si soy esclavo de ese otro que pretendo no ser.
Las angustias, esas que no dejan al alma encerrarse en engaños; los miedos, que como hirientes miradas arden fugazmente y nunca terminan por consumirse, dejan para siempre una marca.
La belleza está en lo que no vemos pero nadie cree en ella. Y no importa que nada sea cierto. Quedan los sueños, aparentemente extraordinarios. En los paisajes multicolores sigo soñando y cada minuto que pasa me alejo más de las inquietas manos del alba.
Y el día que termine el encanto, el momento en que me harte de las maravillas, cuando termine la hipnosis y me quiebre: cuerpo y alma serán solidarios, porque tanto color le hace a mis ojos daño.
María G. Barrón A.
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Reencuentro
Rostros desfigurados
y hombres con el corazón roto,
una mezcla de polvo
que se disuelve en la lluvia.
Es este el peor momento
para reconocer lo que ya sabía;
debo encontrar,
perder y buscar un agotador reencuentro.
Sueño eterno de respiración acelerada,
meciéndose con asfixiante calma
en los días que se disuelven,
en las entrañas que se mueren.
He sido frágil instrumento de desdichas,
ingenua mentira de mis palabras
que tan débiles se disuelven
en este paraíso imaginario.
María G. Barrón A.
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