Ser uno más entre los muchos que ríen,
entre tantos que por dentro lloran.
O en cambio uno de tantos que llora,
que sufre, siente y se impacienta.
Ante la inerte materia,
escucho los aullidos vacíos.
Tan intolerante es recordar
que siempre estamos solos;
tan vacilante es el deseo de compartir.
Las trémulas sensaciones se bloquean
y por un momento parece
que ha cesado el tiempo,
cada uno de los pesares.
Se van rodando como siempre
con el viento.
Y he vuelto a ser quien,
petrificada, sonriente y abnegada
se gana el desprecio, la compasión
y el silencio de su propio ego.
María G. Barrón A.
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Todo es la misma cosa.
Todo ensimismado en lo que es… cada una de las partes que construí, y ahora tengo las manos ennegrecidas y el pelo enredado. Todo es la misma cosa al revés y del mismo lado.
Soy todo menos etcéteras. En esta vida quebrada, ante impacientes que se rinden por la espera. Lo que obtengo son señales falsas y por cada una, centenas de ilusiones envejeciendo.
Que se joda el mundo y yo con él, porque no hay más remedio que sentirnos solitarios, abrumados por el pasado y ser vigías de nuestra desdicha. Todos juntos en el infierno.
Al final cuando no escucho ya ningún eco, cuando ya no veo… cuando pienso que ya no siento… Al final sólo estoy yo frente a un espejo.
Al final todo es demasiado.
María G. Barrón A.
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Separación:
Suplica del remordimiento.
¡Sácame el cerebro y en su lugar deja una nuez!, que será lo mismo… Y tan disimuladamente podré ser quien he sido siempre. La que está ahí para ser quien nunca se encuentra, la de la constante, más bien eterna falsa esencia.
Seré esa sombra con más forma que los fantasmas, con más conciencia que los muertos. Y resignadamente aceptare lo que niego.
Seré quien delira, quien muere y vive sin conciencia de qué es primero. Sola en la espera del nada que al recibirlo me agota. Completamente olvidada de lo que no había querido ver, ni sentir o si quiera ignorar. Desolada por no tener lo que quería.
Así tan abrumada la pena se queda tranquila. Y mis manos nunca han sido mis manos, esas con las que creía explorar mundos infinitos. Tampoco mis labios son mis labios y mis palabras se han ido, quedan las otras las que no recuerdo pero que siempre digo.
Por eso ¡sácame el cerebro y en su lugar deja una nuez!, que será lo mismo que no haber hecho nada.
María G. Barrón A.
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